Todos hemos comentado el tiempo casi veraniego de comienzos del otoño, época que ha comenzado a conocerse como ‘veroño’.

A menudo, cuando la gente habla sobre cambio climático, habla de un mundo que cambiará en el futuro. Pero la realidad es que sus impactos ya se sienten. Hace tiempo que en España no vivimos cuatro estaciones, sino temperaturas primaverales o incluso veraniegas en otoño y otras épocas del año en las que lo normal sería frío y lluvia.

Este pasado año, octubre trajo temperaturas anormalmente cálidas que, junto al descenso de las precipitaciones, tuvo como consecuencia una prolongación de la temporada de incendios, propia de los meses estivales.

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En general, las evidencias apuntan a que la primavera se está adelantando varias semanas en el hemisferio norte, sin embargo, este año 2018 las constantes borrascas están pintando de blanco lugares donde llevaba años sin nevar.

La meteorología se está convirtiendo en algo absolutamente imprevisible, con cambios repentinos y extremos de condiciones climáticas que no sólo nos “incomodan” sino que afectan notablemente a los ciclos naturales.

El clima marca los tiempos en muchos procesos naturales y el calendario natural guía nuestra vida. Por ello, un adelanto de la primavera puede causar estragos en los plazos que los granjeros siguen para cultivar y que las oficinas de turismo siguen para eventos ligados a una actividad natural, como la floración de los árboles.

Se estima que, en términos generales, los árboles que necesitan menos frío para florecer son aquellos que se están adelantando año tras año, ya que en cuanto hace calor adelantan sus procesos; mientras que las que necesitan mucho frío se están retrasando. Por ejemplo, en España, la temporada de floración de los cerezos del Valle del Jerte varía de año en año, con una tendencia a adelantarse.

Además de su efecto sobre la vegetación, el adelanto de la primavera trae consigo una mayor actividad de las garrapatas y los mosquitos y causa que las temporadas de polen duren más tiempo, con un mayor periodo de alergias. En el caso de los cultivos, las cosechas pueden prosperar o pueden estar en riesgo por una helada repentina de un tardío invierno o una sequía de verano.

Este tipo de desequilibrios puede alterar también las complejas relaciones que existen entre los animales y su entorno. Muchas plantas y animales responden a las crecientes y longevas estaciones cambiando el ritmo de las actividades asociadas con la llegada de la primavera y el comienzo del otoño, como las floraciones, la caída de las hojas, la cría y las migraciones.

Las plantas podrían florecer antes de la llegada de los pájaros, las abejas o las mariposas que se alimentan de ellas y polinizan sus flores, con graves consecuencias tanto para la planta como para el polinizador.

El ciclo de vida de la mayoría de animales está ligado también a los cambios estacionales de temperatura, precipitaciones y luz. Los periodos de migración y cría de las aves, por ejemplo, son sensibles a cambios en la temperatura, y se prevé que el calentamiento global adelante –por ejemplo- la llegada de muchas aves en la primavera.

La mayoría de los animales pueden ajustarse a temperaturas más cálidas moviéndose a áreas situadas en latitudes superiores en un año determinado. Sin embargo, la vegetación o las presas de las que depende su alimentación necesitan mucho más tiempo para ajustarse a los cambios en las condiciones climáticas. Aunque es difícil de estimar, es evidente que el cambio climático hará tambalearse toda la red de la vida.

Porque queremos seguir teniendo cuatro estaciones, el 24 de marzo apagaremos la luz en la Hora del Planeta.

Y tú, ¿por qué apagas?